SOBREPROTECCIÓN Y NEGLIGENCIA
Aunque parezca mentira, la sobreprotección y la negligencia pueden concebirse como extremos de un continuum, donde lo importante sería mantenerse en una escala de grises.
Creo que es algo conocido que la negligencia es peligrosa, desampara a la persona, hace que viva situaciones que no son éticas y que pueden dejar huellas en ella que luego tendrá que subsanar.
Quizás lo que no es tan conocido es que la sobreprotección también es invalidante. Lo que le estamos diciendo a un niño a quien sobreprotegemos es que él no puede. No lo proyectamos como a alguien capaz, sino a alguien que requiere continuos cuidados, el “tú no puedes ya lo hago yo” no nutre. Claro que habrá situaciones en las que un niño pequeño no estará capacitado para asumir ciertas cosas y requiera el acompañamiento de un adulto. Pero aquí estoy hablando de un modo de funcionar generalizado, en el que no se otorga al niño la oportunidad de probar, equivocarse y aprender.
Nos guste o no, el dolor forma parte de la vida y habrá que transitarlo en numerosas ocasiones. Si salvamos a alguien constantemente del sufrir, le estaremos sacando la oportunidad de entrenarse, de aprender. Hay que añadir que la sobreprotección no sólo nos deja sin poder experimentar el dolor, sino que también amputa oportunidades de gozo.
Vamos a poner un ejemplo, imaginar unos padres que no le permiten a su hijo aprender a ir en bici por si se cae. Es verdad que se puede caer y hacerse algún rasguño, pero no sólo le estamos evitando las caídas, también el goce de salir con los amigos, el goce de superarse y de disfrutar el viento en la cara al pedalear.
Estiremos este ejemplo, imaginémonos que los padres deciden que pruebe ir en bici. Movidos por el miedo y el amor hacia el niño, visten al chico con rodilleras, coderas, un par de sudaderas por si las moscas se cae y que caiga sobre blandito y, por supuesto el casco. Y le intentan enseñar con auténtica cara de pánico.
¿Cuál es el mensaje que le llegará al niño?
Pues seguramente que esta actividad es muy peligrosa y, de manera más inconciente, que hay serias dudas de que él lo consiga.
Hay quien dice que poco amor es muy malo y mucho amor también. Yo creo que el amor es buenísimo, pero tenemos que aprender a querer bien. A veces se trata de priorizar lo que le irá bien al chico, por encima de nuestros miedos.